Quiero ser canonizada/ Azotada y flagelada/ Levitar por las mañanas/ Y en el cuerpo tener llagas
Quiero estar acongojada/ Alucinada y estasiada/ Tener estigmas en las manos/ en los pies y en el costado
Quiero ser santa/ Quiero ser beata
Quiero estar martirizada/ Y vivir enclaustrada
Quiero ser santificada/ Viajara a Roma y ver al papa
Quiero que cuando me muera/ mi cuerpo quede incorrupto/ Que todos los que me vean/ queden muertos del susto/
Quiero ser santa/ Quiero ser beata
Creo que ayer os iba a contar como mi empresa de limpiar mierda se ha ido a la idem. Pero es que ese es ya un tema muy manido en mi vida, y mejor os voy a contar algo más frívolo y superficial, que es que me pega mucho más.
A mí, a falta de otras cosas más interesantes y dramáticas, este verano me ha dado por quejarme de mis viajes en bus. Es que me indignan, de verdad. Es una crueldad intolerable eso de hacerme madrugar hasta dos horas antes de entrar a trabajar.
Yo no sé muy bien que explicación darle, pero es que cuatro quintas partes de los pasajeros del bus son mujeres. No sé si es que los hombres no trabajan en verano, perfieren ir andando a trabajar o poseen vehículo propio. Pero en el bus no se montan.
Y luego cinco horas en el trabajo (por poco tiempo) rodeado de más mujeres para acabar en los mismos buses carentes de hombres y repletos de mujeres.
Yo todo esto lo cuento para que el lector se haga una idea de la falta de visionado de hombres que hay en mi vida, con lo que me ha gustado a mí de siempre el visionado masculino.
Los únicos hombres que se montan en el bus son señores con muy pocas cualidades aparentes, algún friki del tipo mejor-no-me-acerco-por-que-das-un-mal-rollo-que-te-cagas y álgún adolescente camino de la academia de verano, o del entrenamiento de futbol. Estos últimos son mis favoritos, con mechas y pendiente a lo Beckham incluídos, a sus dieciocho añitos expectacularmente llevados.
Siendo así las cosas, a mí el autobus me está convirtiendo en un pervertido. Y es que una hora mirando los mismos edificios día tras día no le pone alicientes a mi recorido matinal, y en algún sitio tengo que buscarlo.
Hoy, en el bus de vuelta a casa, creo que me he quedado absorto demasiado tiempo en el culo preto de un joven futbolista. Cuando aparté la vista de allí noté como una señora me miraba con sorpresa, como si fuese un depravado mental que necesitase de forma inmediata ingresar en un centro de rehabilitación moral.
No sé, tendré que hacerme Santa.
4 comentarios:
Viajes en autobus... ¿por qué me dejasteis? A mí me encantaba ir en bus a la Uni haciendome la misteriosa: mi música, mi mirada perdida (cierto q a veces se desvía hacia lugares... ejem), pero claro, era gente de mi edad.
Por cierto, si tan anti-moderno es jugar a futbol ¡¡No les mires los culos!! Jeje, primero me dices q soy moderna y luego me quitas la miel de los labios... Bua
jajaj Los autobuses tienen su misterio, son como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar, o pasar, o con quien vas a discutir, porque eso sí, yo siempre discuto con las viejas o los viejos (una no hace ascos), pero como son mayores... anda y vete a tomar por coño hombre, que siempre vais con lo mismo y luego sois los maleducados vosotros. Me indignan ehh me indignan!!!
Has probado a hablar con los conductores? mmm... te digo yo que sale bien la cosa ehh :DDDD
Besitos
Para una experiencia excepcional, deberías de probar algún día el metro de la Ciudad de México, todo apretadísimo y a ciertas horas pico, separan algunos vagones entre hombres y mujeres... ¡ahí te sentirías en el paraíso! Apretado entre cuerpos masculinos de diversa índole.
Eso sí, nada garantiza que no te robaran tu dinero pero... ¿valdrá la pena? Es algo que me tengo que preguntar muy seriamente jejeje.
Entre unas cosas y otras a todos/as se nos van los ojos a los mismos sitios y en las mismas situaciones. No sé qué ha ocurrido con esta nueva generación de chicos de 18 años, pero están como para preguntárselo y tomar lo mismo que ellos... ¿o debería decir con ellos?
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