miércoles, septiembre 26, 2007

Titanic

Sonando en mi cabeza: El miedo que tengo (Astrud )
El miedo que tengo no lo quieras saber.
Es peor si pienso, no me hagas pensar otra vez.
Siempre digo que me he acostumbrado,
pero no me acostumbro ni en broma,
me desacostumbra de golpe
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo.
Muchas veces mucho antes ya sé que va a pasar
y me agarro de la sábana listo para hiperventilar.
Pero el miedo sólo asoma un poco y se va.
Va a ser interesante cuando se decida de veras
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo ...
En el supermercado de pronto hay que salir corriendo.
Salta un skater a mi lado y, ¡chack!,
sé que tendré que estar muerto, muerto.
¿Cómo no tenerlo? ¿Cómo no tenerlo? ¿Cómo no tenerlo?
El miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo.
¿Cómo no tenerlo? ¿Cómo no tenerlo? ¿Cómo no tenerlo?
El miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo,
el miedo que tengo, el miedo que tengo.
Siempre es el mismo objeto el que sacude tus miedos. Unas palabras, un gesto y la confianza que habías tomado se desvanece. Caes entonces en la cuenta de que esa confianza era menos trivial y más frágil de lo que tu consciente podía pensar.
No era banal la dedicación que creías incondicional, ni tampoco lo era la importancia que le otorgabas.
Las máscaras que formaban la cotidianidad desaparecen y quedan expuestos unos miedos con que no contabas por que no quisiste creer en que la confianza se quebrase.
Entonces tienes miedo, ¿cómo no tenerlo si la incertidumbre te acecha y amenaza con darte una hostia en la cara?

viernes, septiembre 21, 2007

La Primera revolución moderna: Los Comuneros (Joseph Pérez) Parte 2

El valor de la obra de Pérez, más allá de la documentada y fluida narración de la Guerra de Las Comunidades, corresponde a su concienzudo estudio de la realidad comunera. En este sentido, la segunda mitad de la obra está destinada al análisis crítico de las motivaciones y el ideario socio-político de Las Comunidades.

El autor apoya, con sobradas pruebas de ello, la tesis según la cual Las Comunidades fue una insurrección popular, muy al contrario de la teoría que tradicionalmente ha defendido la rebelión comunera como un último intento de la nobleza por mantener el feudalismo medieval en Castilla.

Los Comuneros apoyaron las revueltas campesinas en contra de la nobleza media, en casos tan claros como el de Dueñas, y constituyeron en los municipios asambleas de representantes populares para el gobierno local. Se contrapusieron a la oligarquía caballeresca que hasta entonces había regido en las ciudades sin apoyo popular alguno. Ninguna de sus acciones fue favorecedora a la nobleza, que fue de hecho la que, a cambio de grandes concesiones, colaboró con el poder real en el campo de batalla.

Apoyaron Las Comunudides una primitiva industrialización castellana (especialmente textil) en un claro intento por la modernización de nuestra Nación. Lejos de las interpretaciones partidistas, procedentes históricamente de la derecha (monárquicos y falangistas) que hicieron ver a los Comuneros como restituidores del orden medieval, Pérez descubre la verdad encerrada en Las Comunidades. La de una revuelta popular, liderada por la naciente burguesía y apoyada en gran medida por las bases de la Iglesia, que quiso hacer de Castilla una Nación moderna e independiente de poderes ajenos, que quiso liberar al pueblo del poder absoluto del rey constituyendo instituciones de representación popular de competencias superiores a las regias.

En definitiva, un intento de dar al pueblo el destino de su Patria y modernizar su economía.

Todo ello para hacer de Castilla no el imperio absolutista y represor en que indefectiblemente se convertirá, sino en una Nación fuerte en sí misma y en sus gentes.

Un libro imprescindible para quienes, más allá de sentirse o no castellanos, quieran conocer la historia de su pueblo en un acontecimiento lleno de ilusión por hacer Patria. La ilusión por tomar un rumbo que nunca se materializó y que fue el comienzo del declive castellano.

Decandencia que hoy se revela en la visión reducida de nuestra Nación como corazón de una España insensible a sus realidades nacionales.

martes, septiembre 18, 2007

La Primera revolución moderna: Los Comuneros (Joseph Pérez) Parte 1

De entrada y para marcar terreno, se ha de señalar a Los Comuneros, escrito por el francés Joseph Pérez en los albores del nuevo siglo, como el mejor y más afamado texto divulgativo acerca de la Guerra de Las Comunidades acaecida en la Castilla del siglo XVI. No en vano, su autor es una de las máximas autoridades académicas en el asunto.

Pródigo en datos y referencias documentales contemporáneas a los acontecimientos, la obra de Pérez se sumerge de forma fluida y apasionante en los hechos que pusieron en evidencia las ansias democráticas del pueblo castellano frente al naciente absolutismo monárquico.

Los primeros capítulos se concentran en la descripción detalla de la situación castellana que precede al conflicto comunero. La sucesión de datos históricos se acompaña de un acertado análisis socio-político de la situación real que adolecía la Castilla heredada de los Reyes Católicos. Una nación ésta sobre la que se abrían inmensas posibilidades de desarrollo económico y social, caracterizada por la lucha entre ganaderos y exportadores de lana de un lado, y pequeños burgueses –impulsores de una temprana industria textil- de otro.

De los precedentes, imprescindibles para la comprensión de la rebelión de Las Comunidades, se pasa a la narración de los hechos inmediatos que la provocan. Un jovencísimo Carlos de Gante, es autoproclamado rey de Castilla en un acto de tirano absolutismo, que muchos no dudan de calificar como primitivo Golpe de Estado. El joven flamenco va más allá: pretende tomar dinero de las arcas castellanas para financiar su coronación imperial en Alemania. Las instituciones, encabezadas por el regente Cisneros y las Cortes del Reino, permiten el exceso regio. Es entonces cuando el pueblo se levanta en guerra, y comienzan las primeras revueltas.

Los incidentes tienen lugar en prácticamente todas las ciudades con representación en las Cortes. Sus primigenios diputados fueron duramente castigados por su irresponsable y corrupto comportamiento. En Segovia la reprimenda es extremadamente dura, y conduce a la muerte pública de las máximas autoridades locales.

El representante en el Reino de Castilla del recién estrenado Carlos I emprende la represión. Para ello ha de ir en busca de las armas de que disponía el ejército real en Medina del Campo. La ciudad castellana entra en furia ante la entrada de los representantes flamencos e impide la toma de las armas. Para distraer la atención de la muchedumbre se da fuego a la ciudad. Medina quedará destruida en casi su totalidad por las llamas, ante la determinación de sus hombres y mujeres a no ceder las armas al poder real.

Los hechos de Medina son determinantes para el desarrollo de los hechos, detonan la explosión comunera. Las ciudades rebeldes (Burgos, Toledo, Valladolid, Murcia, Palencia, Medina, Ávila, León, Segovia…) se reúnen para buscar la solución, mientras constituyen gobiernos locales dados a sí mismos por sus respectivas Comunidades. Nace en Tordesillas, en torno a la reina Juana I, la Santa Junta Castellana, como agrupación de las ciudades rebeldes. La Junta constituye una suerte de Parlamento de representación popular que adopta el poder de la Nación Castellana. Recauda impuestos y realiza el gasto público, adopta para sí misma en la naciente situación de crisis los 3 poderes del Estado.

Comienza inevitablemente la guerra contra los revolucionarios. La alta nobleza se posiciona con el rey, tras nombrar éste como virreyes en Castilla a dos Grandes y prometer favores a los colaboradores. La nobleza organiza el ejército real y emprenden la toma de Tordesillas. Se pierde la batalla y con ella la primera capital comunera, que ahora pasa a la cercana Valladolid, capital de facto del norte castellano.

Maniobras políticas de la alta nobleza minan mientras la revolución comunera. Se pierde Burgos para la causa, pero no Valladolid, a pesar de los desmesurados esfuerzos reales.

El campo de batalla se constituye en Tierra de Campos, en el triángulo formado por Medina de Rioseco, Valladolid y Benavente. Los comuneros se pasean libremente ante el alborozo popular por este territorio apropiado, y llegan a ganar al ejército real la posición de Torrelobatón.

Poco más de un año se mantiene viva la Santa Junta Castellana. La definitiva derrota de Villalar desmantela a los rebeldes, cuyos cabecillas son ejecutados públicamente en esta localidad convertida hoy en símbolo de la lucha castellana.

María de Pacheco, viuda del héroe Padilla ejecutado en Villalar, hará resistir Toledo varios meses después de la derrota de Villamar. En Toledo muere el último suspiro de la lucha comunera.

lunes, septiembre 17, 2007

It´s so nice to be back home where I belong.

Sonando en mi cabeza: Don´t let me be misunderstood (Animals )

Resulta evidente para los pocos -demasiados, a tenor de las circunstancias- que aún os paseáis por este blog, la decadencia que desde hace ya más de año y medio lo hace agonizar hacia una muerte irremediable.

El último suspiro aún no ha llegado; y la agonía, lejos del sufrimiento, no es más que una dulce sensación de indiferencia. Moderno de Mierda no ha fallecido, efectivamente, pero la situación de su alter ego ha virado hacia una nueva perspectiva, compuesta, no obstante, desde el mismo lugar. En esta nueva situación, es innegable, el espacio para esta web queda reducida a la anécdota y los momentos extremos de aburrimiento.

Negado aún a dar muerte a Moderno de Mierda, cambio por enésima vez su sentido y significado para iniciar, ahora sí, una nueva era. Una nueva vida inventada en la misma ciudad, el regreso cambiado a una casa que no cambia. Nada más que el traslado a la pantalla de la transformación personal.

Sin prometer frecuencias ni calidades, prometiendo solo reflejar los elementos que construyen mi espacio y cultura personales. Como un nuevo y definitivo modo de reflejarme a mí mismo, alternativa al absurdo de la autoexposición vacía, llega la definitiva versión de Moderno de Mierda.

Bueno, puede definitiva sea mucho decir.

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