miércoles, octubre 10, 2007

Condenad, malditos. Condenad.

Sonando en mi cabeza: I Turn My Camera On (Spoon )
I turn my camera on
I cut my fingers on the way
The way I'm slippin away
I turn my feelings off
They made me untouchable for life
And you wasn't polite
It hit me like a tom
You hit me like a tom
On on and on
When I turn my feelings on
I turn my feelings on inside
Feel like I'm gonna ignite
I saw them stars go off
I saw them stars go off at night
And they're looking alright
Keep on blowin up
Keep on blowin em off
Get up roll it out
Keep on showin em out
They hit me like a tom
It hit me like a tom
On and on a tom
I turn my camera on
I cut my fingers on the way
I feel me slippin away
I wipe my feelings off
They made me untouchable for life
And you wasn't polite
They hit me like a tom
I don't know where it's from
It hit me like a tom-tom
Ayer a mediodía los terroristas de E.T.A. intentaron acabar con la vida de un ciudadano en Bilbao. Todas las formaciones políticas democráticas y contrarias a la violencia se apresuraron a condenar el hecho y a sus autores. Comprendemos estas manifestaciones como elemento fundamental de una clase política implicada en la sociedad, aún a expensas de la carencia de otros elementos que deberían ser aún más básicos.

Debería la Iglesia Católica aprender a hacer lo mismo, no ya con los actos ajenos a ella misma (con los que no muestra ningún problema en censurar y reprimir brutalmente), sino con sus propias responsabilidades. Por si no fueran suficientes siglos de alienante manipulación moral y mental, la jerarquía católica viene mostrando desde sus comienzos una irracional y desmesurada tendencia a la autoprotección, aún cuando sus actos han sido del carácter más dedeznable y cruel de los que es capaz el hombre.
Cientos de pederastas, violadores y maltratadores han actuado dentro de la Santa Iglesia Católica sin cortapisas, sin condena. Más aún, con su apoyo moral y jurídico.
Leemos hoy en la prensa la condena a cadena perpétua de un sacerdote católico en Argentina, capellán de la policia bonaerense. Acusado de siete homicidios, treinta casos de tortura y hasta curenta y dos de secuestro, Christian Von Wernich empleó su condición de sacerdote católico para presionar a los presos políticos. En nombre de Cristo pidió confesiones a quienes iba, con sus cómplices, a matar o hacer desaparecer en el Atlántico. Una muestra más del afán de poder y del integrismo cruel e irracional que inunda la historia del catolicismo hasta nuestros mismos días.
Los familiares de las víctimas de Christian Von Wernich claman a la Iglesia Católica se vea repudiado de sus filas. Mientras la Iglesia Católica argentina tan solo se limita a desvicularse de los hechos: si algún miembro de la Iglesia hubiera avalado con su recomendación o complicidad algunos de estos hechos de represión, habría actuado bajo su responsabilidad personal. Después de todo, la Iglesia Católica ha estado siempre detrás y explícitamente a favor de todos y cada uno de los regímenes dictatoriales que en dos mil años han oprimido a los pueblos de esta confesión religiosa: desde los absolutismos regios, a las dictaduras fascistas sudamericanas, pasando con Franco y Mussolini.
En pleno siglo XXI cabe reflexionar si una institución que durante sus dos milenios de existencia no ha dejado de frenar el progreso de Occidente, violar los límites fundamentales de la moralidad (incluso la impuesta por ella) y reprimir espiritual y físicamente a millones de humanos pueda constituir algún día un elemento positivo de nuestra sociedad.
Yo estoy convencido que el mayor favor que el cristianismo puede hacer a la humanidad es desaparecer para siempre.

1 comentario:

Unknown dijo...

La iglesia actual es una mierda, en general. Asi de crudo.