miércoles, diciembre 27, 2006

Vidas de santas como ejemplo de dolor

Sonando en mi cabeza: Cebras (Dinarama )

Los hechos, los actos más sencillos toman una complejidad mayor por momentos. Y si todo empieza a agitarse sin que yo pueda seguirlo, prefiero mirar desde mi ventana como cae poco a poco la niebla. Borrando las imágenes del parque en una espesa y tranquilizadora blancura.

Mientras Ana Obregón declara no relevar el nombre de su hombre, yo continúo mi estado hibernante en el sofá. Así nunca conseguiré un hombre como el de Ana, y eso es lo único que lamento.

Han sido ya varias las llamadas telefónicas, alguna más contabilizando las que no quise atender en momentos bajos de mi estado polar. Las horas y lugares de encuentro se definen claramente y estrecho el cerco en un único encuentro. Delante del Corte Inglés, claro está. Que si cierra a las nueve habrá que ir antes, a ver si vemos algo.

Sigo aturdido y ya casi no importa acudir en plena Navidad al Corte Inglés para encontrarme allí con otros cientos de congéneres alienados.

Lo mío no tiene nombre. A veces me encuentro cierto paralelismo con algún concursante de Gran Hermano; y aún sabiendo que esto debería producirme escalofríos, no me inmuto y hasta casi me hace gracia. Es como una canción antigua de Fangoria, de aquellas que conseguían paralizarme como una revelación. Entre la conciencia y el pasotismo. La insensibilidad o la criogenia.

El invierno es lo que tiene, que deja frío y produce ojeras.

Imagen: V.P. y D.M. en la palza de la Universidad (Valladolid) a 26 de septiembre de 2005. Algunas cosas no cambiaron con el clima ni con los lugares. Mantengo la esperanza de que nunca lo hagan.

sábado, diciembre 23, 2006

All I ever wanted

Sonando en mi cabeza: Enjoy the silence (Depeche mode )
Antes de encender el ordenador me pongo unas gafas de sol, unas de esas de patilla enorme que cubren por completo mi campo visual.
Y lo hago por que no puedo evitar dejar constancia de mi pasión por el drama. Dos días sin televisión, ordenador y literatura; no más de dos días para comprender que no sé vivir sin algún elemento desestabilizador que le ponga pimienta a mi vulgar vida de becario post-graduado.
Tanto esfuerzo para llegar a comprender mi amor por la entropía vital puede ser debido a su carácter eminentemente subconsciente. Por que el mío no es un drama al uso, ningún ordinario guión de teleserie. El mío, no podía ser de otro modo, es un drama nada comercial, fabricado a base de malentendidos, desencuentros y encuentros. Más o menos fugaces, más o menos sinceros.
Como en pos del desequilibrio mi inconsciente ordena actuar en desacuerdo con mi razón, me emborracho cuándo no debo y con quién no debo para no abandonar mi cama en supuestos buenos momentos de reencuentros y felicidad invernal.
Y huyo de la ciudad en el más crucial de ellos, a abandonarme en plan travesti radical por el poder de las pelucas y las faldas de corte francés.
Quién sabe que encontraré cuándo vuelva, si el drama habrá conquistado ya mi vida real y me veré obligado a construir otra vida en la misma ciudad.
De momento, y aunque sea solo de modo figurado y poco honesto, se me ocurre pedir perdón por no ser quién debí ser. Por que nunca lo seré.
¿Dónde quedaría sino el drama?

sábado, diciembre 16, 2006

Lemon boy

Si busco en los espacios muertos, muertos en el momento y en el lugar, encuentro los cadáveres de la víctima y el verdugo.
A veces soy yo mismo uno de ellos. Y no tengo razones para arrepentirme o suplicar perdón.
Después de todo, el espacio está congelado en mi mente. Y en condiciones de criogenia poco importan súplicas y rencores.

martes, diciembre 12, 2006

Al fin del camino

Hoy tenía pensado escribir sobre un tema bien diferente. Algo comprometido y trascendente.

Pero en el plan intimista y emocionalmente pragmático en que me hallo inmerso, he decidido prescindir de toda discusión y alegato de algo que, en definitiva, queda muy alejado de mis circunstancias.

Y es que esta noche he acabado solo a medianoche, sentado en medio del sofá, rodeado de cojines en plan jaima y dejando caer un par de lágrimas por mi cara. Esto sí que son circunstancias propias.

Ha resultado una escena tremendamente patética, soy consciente. Pero así es moderno de mierda, sincero y transparente como una vajilla real de La Granja. Y más caro aún, por si os lo preguntabais.

Yo, que no soy nada presuntuoso, creo que lo que ocurre es que soy de un sensible que tiro para atrás y no me puedo resistir a un buen final feliz.

Esta noche acababa mujeres, quizás la mejor serie de ficción que haya dado la televisión de este país. Que yo recuerde, claro, que uno aún no tiene edad suficiente.

Sus responsables, Dunia Ayuso y Félix Sabroso, y esto no es ningún descubrimiento, construyen una pareja artística demoledora. Desde sus comienzos frívolos (Perdona bonita......) hasta el toque maduro y comprometido de Mujeres, estos dos no han perdido nada de su interés por la humanidad de los personajes y lo entrañable de las relaciones que les unen.

Mujeres es un retrato hecho con humor y cariño de una parte importante de la sociedad española. En una familia matriarcal, de clase media, caracterizada por un estilo de vida con el que no podemos dejar de identificarnos, surge el drama. El drama entendido como un nudo argumental plagado de situaciones familiares, cercanas y fácilmente imaginables a nuestro alrededor. Contadas y sentidas con una ternura de la que nuestra percepción real adolece.

Esto de entender la vida cotidiana como un motivo entre cómico y entrañable es todo un descubrimiento. Lo es al menos en el modo que Dunia y Félix (amigos míos de toda la vida) crean Mujeres. La honestidad es el mejor camino para reflejar una realidad. Y en eso, Mujeres sale ganando.