Antes de encender el ordenador me pongo unas gafas de sol, unas de esas de patilla enorme que cubren por completo mi campo visual.
Y lo hago por que no puedo evitar dejar constancia de mi pasión por el drama. Dos días sin televisión, ordenador y literatura; no más de dos días para comprender que no sé vivir sin algún elemento desestabilizador que le ponga pimienta a mi vulgar vida de becario post-graduado.
Tanto esfuerzo para llegar a comprender mi amor por la entropía vital puede ser debido a su carácter eminentemente subconsciente. Por que el mío no es un drama al uso, ningún ordinario guión de teleserie. El mío, no podía ser de otro modo, es un drama nada comercial, fabricado a base de malentendidos, desencuentros y encuentros. Más o menos fugaces, más o menos sinceros.
Como en pos del desequilibrio mi inconsciente ordena actuar en desacuerdo con mi razón, me emborracho cuándo no debo y con quién no debo para no abandonar mi cama en supuestos buenos momentos de reencuentros y felicidad invernal.
Y huyo de la ciudad en el más crucial de ellos, a abandonarme en plan travesti radical por el poder de las pelucas y las faldas de corte francés.
Quién sabe que encontraré cuándo vuelva, si el drama habrá conquistado ya mi vida real y me veré obligado a construir otra vida en la misma ciudad.
De momento, y aunque sea solo de modo figurado y poco honesto, se me ocurre pedir perdón por no ser quién debí ser. Por que nunca lo seré.
¿Dónde quedaría sino el drama?
4 comentarios:
buen viaje :*
Viajar siempre abre el camino a nuevos horizontes.
all you ever needed it's here, in your arms...
No abandones nunca tu ciudad. Que sería de ella sin su moderno?
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