lunes, julio 18, 2005

No os caseis. Parte II: Ceremonia a la peruana (que me perdí, ohhhh!)

Total, que llego el día de la boda. En casa, todo tenía un punto entre hilarante y dramático.
Mi madre, la madrina tal como manda la tradición, estaba completamente fuera de sí. Dos horas en la peluquería, después de revisar paso por paso todos los preparativos.
Mientras, yo entre la cama y el sofá, intentando olvidar que en breves horas tendría un irremediablemente fatal encuentro con mi familia. Y en una iglesia, todo un drama a lo Dinarama.
De vuelta a casa, competamente cambiada, peinada y maquillada a tope. Una exageración todo en esta boda.
4.30 PM, el ambiente general empieza a tomar de forma exponencial un estado de excitación generalizada. Ni yo puedo huir de ello.
Me pincho a Fangoria, Una temporada en el infierno, para calmarme. Pienso en medicamentos, pero me abstengo por que esta noche voy a beber para olvidar.
Escondido en el silencio de mi habitación mi cuñado (ese hombre tan, pero tan pesado, tan agobiante y estresante, tan peñazo) insiste en interrumpir mi falsa calma para avisarme de que debería empezar a prepararme. Ni le contesto, pero él ya sabe que yo soy un poco antisocial y no especialmente amable o simpático. Pequeños resquicios de la adolescencia.
A las 17 horas decido disfrazarme, como diría la Eva, en mi traje. Con mi camisa de cuello Mao como único y pobre elemento de creatividad propia. Me descoloca locamente vestirme con cosas con las que no me identifico.
Salen mis padres y el flamante novio, portador del mejor disfraz de todos. Yo, al rato con mi hermana y compañía.
Todo en la calle está en calma, no hay tráfico ni apenas peatones. Es como un presagio de la fatalidad, como si estuviese pasando el ojo de un huracán.
Yo me distaigo con mi sobrina, a la postre mi salvadora. Intento contagiarme de su sonrisa, pero no lo consigo.
Llegamos a la puerta de esa iglesia tan horrorosamente fea en la que se casa mi hermano. Fea por dentro y por fuera, sin ningún sentido de la estética ni el buen gusto. Exceso de horteradas por doquier.
No sé quien me dijo que parece un monumento a las estaciones de metro (de Madrid, claro). Fea, fea, la jodida.
Y allí, el encuentro. El fatídico encuentro con mi propio eje del mal, cual fatídica cumbre de la ONU.
Todo el mundo de gala (?¿) en la puerta del monumento a la estación de metro más horrible del mundo. Yo me pego a mi hermana, cual escudo protector, intentando esquivar miradas de reconocimiento.
Por problemas logísticos se palza hasta mañana el fin de la historia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, bueno, la cosa se pone interesante por momentos... ¿se habrán casao o no? ¿Habrás resistido sin armar barullo? La respuesta a todas estas incognitas después de la publicidad...
Bua, yo no he ido nunca a una bodaaaaa

Unknown dijo...

Joder, que asco. Me siento plenamente identificado. Odio a mi familia en este tipo de actos (A la familia que normalmente solo ves en bodas) para superarlo me agarro al tintorro. Odio tenmer que ir disfrazado, pero eso poco a poco he ido superandolo, porque en el curro también voy disfrazado. El truco consiste en hacer como que llevas 2 vidas paralelas. Yo cuando llego el viernes hago mi rito de purificación, ducha, mi ropa (la ropa del curro al armario de la ropa de trabajo), mi colonia Le male (para el curro uso otra). De esta forma se que 8 horas al día soy un actor y el resto soy yo. Es el precio a pagar por no nacer rico. Y luego los cuñados metomentodos que no te dejan en paz. Que asco....!

Anónimo dijo...

¿Mañana ya tendremos el fin de la historia? Qué pena... yo la alargaría al estilo Pasión de Gavilanes XDDD (Dios! Qué gran telenovela! No la veáis que os enganchará)

Ah, por cierto, tú tan disfrazado no ibas, pero con tu hermano me asusté.