Hoy, queridos niños, voy a contar una historia sobre el tiempo, que es un tema muy recurrente en todo ascensor y comida familiar.
Erasé una vez que se era un joven maricón perdido en la ciudad de las putas (sin detalles). Todo el año deseando que llegue el buen tiempo. Aguantando lluvias y bancos de nieblas hiper-persistentes . Dias y días sin recordar como es el sol, sumido en la oscuridad de la meseta.
Y así, de repente, sin tránsito, puff! El puto calor, el hijoputa del sol. Hala, venga, a lo bestia. De repente es imposible dejar de andar por casa semidesnudo, de dormir la siesta sin pegarse la gran sudada.
Os voy a contar un secreto: Odio el calor, odio a las putas de mi ciudad que se dedicen a castigar a sus conciudadanos con sus pechos al aire.
Dicho queda.
Un beso a todos mis numerosos fans.
Os quiero, guapos/as.
4 comentarios:
Ay, no se que tienes en contra de los pechos al aire... Bueno, y muchísimo menos en contra de las putas (pobrecillas algunas!)
Quizá aquél que no te conozca pueda pensar que eres un poco cabrón diciendo eso de la putas. ¿Qué te han hecho para que las odies? Quizá te refieras a otra clase de putas, no se. Creo que no he entendido tu post. Hasta el próximo...
Tranquila, las putas de las que hablo no son las que cobran en efectivo por sus servicios sexuales. Ya sabes, reina, que yo hablo muy mal castellano y utilizo palabras de forma inadecuada.
Tú y yo sabemos a qué clase de putas me refiero, pertenencientes a juventudes de ciertos partidos políticos y demás pendonas (quizá este término se ajuste más; consultaré el Maria Moliner)
El post no hay que tomármelo muy en en cuenta, ok? A mí es que el calor me trastoca, me enciende. Me entra la mala baba y luego escibo burradas sin sentido.
Espero no haber decepcionado a mis fans, querida.
Un beso a todos ellos de nuevo.
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